Aljeceros por el mundo. Sète

Las últimas luces del atardecer penetraban por el ventanal del comedor cuando Manuel y Teresa recogían los platos de una cena sencilla mientras sus niños jugaban a “les joutes” con el palo de la escoba. Una tortilla de patatas que acompañaba una ensalada con atún y olivas negras había recuperado los cuerpos del largo caminar de aquella tarde de domingo. La familia había bajado al puerto para unirse a la multitud que se congregaba junto al Quai de la Résistance para ver los torneos medievales de las Justas de San Luis, mientras la brisa marinera refrescaba las gentes que abarrotaban los muelles adornados por nubes blancas que ascendían vertiginosas formando grandes masas de algodón y los niños corrían por los adoquines del muelle al divisar las primeras embarcaciones que aparecían bajo el Pont de la Civette para admirar los fornidos jóvenes vestidos de blanco, armados con lanzas y escudos de madera que imitaban a los caballeros medievales, luchando a bordo de barcazas de diez remeros rodeados de gaviotas asustadas por el penetrante sonido de oboes y bravos tamboriles que animaban la batalla naval. 
"Utopies d'acier"
(Máquina de escribir de Manuel Rausa)
Foto: Jacinta Rausa
Manuel se acercó al armario y sacó la máquina de escribir de su viejo estuche, una Japy portátil de color gris con las letras blancas sobre el fondo negro de las teclas que puso encima de la mesa. Abrió una carpeta azul con dos gomas de cierre en las esquinas, buscó los apuntes manuscritos, colocó en el carro dos hojas blancas separadas por un calco negro y escribió:

Sète, 28 août 1960
Manuel Rausa Berniz, Secretario de la Sección de Solidaridad CNT

Relación de exiliados de Ballobar que cotizan en la Sección de Solidaridad Voluntaria para con los necesitados exiliados en Francia después de la Guerra Civil o que son beneficiarios de la ayuda:

      Casimiro Alberola,  Marsella
      Rafael Cambra de casa “Cambreta”, (¿)
      José Cambra, Souppes Sur Loing (N de Francia)
      Manuel Carrera, Toulouse
      Francisco Castillón,  Ariege
      Pablo Condón, Ribesaltes (beneficiario)
      Francisco Chesa, Saberdún (tres hermanos en el exilio)
      Joaquín Enrech de casa el Pollé el Ayunque, Toulouse
      Francisco Isabal de casa el Isabalé, Ribesaltes (había sido Delegado General de la Colectividad de Ballobar)
      Eugenio Juseu (Tiene 4 hermanas: una hermana casada con “Cabezadura”, la Teresa de Planeta, la Pilar y la Inés, madre de la Chavala)
      José Lafarga de casa Fargueta,  Ribesaltes.
      José Masot Chusepé, Pamiers (Ariège).
      Miguel Mesalles “el Pintato”, de casa Mesalles. Vivía en Lérida en los años de la República (tío de Mariano)
      Eleuterio Miró de casa el Aguau; de la Soledad de la calle la Iglesia, Carcassonne
      Lorenzo Pons _padre “Solané”. Vivía en la calle el Monte. Fue cenetista hasta 1934, (¿)
      Lorenzo Pons _hijo. Se exilió con su padre. Vive en el Departamento de Lot
      Antonio Porta. Vivía en Lérida. Hermano del fotógrafo Porta de Lérida
      Manuel Rausa, Sète

Manuel tecleaba lentamente con el índice de sus manos agrietadas por su trabajo de albañil y encofrador. Pequeño de estatura pero hecho de madera de carrasca, no se amedrentó jamás ante las injusticias de ciertos capataces que trataban con desprecio a los trabajadores españoles como inmigrantes pobres. Disponía de una gran capacidad dialéctica que emanaba de su preparación intelectual desarrollada por su afición a la lectura y el estudio permanente que cultivaba con constancia, y era capaz de debatir apasionadamente horas y horas con sus tertulianos u oponentes marxistas sin desfallecer. El cemento no era compatible con la máquina de escribir, pero su responsabilidad como secretario de la sección de solidaridad del sindicato anarquista en el exilio desde 1959 le exigía mantener al día los datos de los cotizantes y de sus beneficiarios, a quien la CNT  prestaba su ayuda, tanto si eran o no afiliados, y que relacionaba en orden alfabético en aquella hoja de papel con copia. Al escribir su propio nombre y el de su hermano Miguel, sus pensamientos retrocedieron en el tiempo. Los niños ya dormían, agotados por la caminata de la tarde y la Teresa se aposentó con sus cosas en el extremo del sofá. Sabía que Manuel necesitaba silencio en sus tareas y cavilaciones; un silencio que ella respetaba con su compañía relajada que ocupaba en zurcir algún destrozo en los pantalones de faena de Manuel, en ensanchar los culottes de Floreal o alargando el dobladillo del vestido marinero de Jacinta, unos niños de corta edad que crecían tan rápido como la hierba en primavera y no paraban quietos ni un segundo. En la tranquilidad de la estancia, Manuel recordaba su propia infancia en el pueblo que le vio crecer; nacido en Ballobar en octubre de 1921, se había impregnado de ideales republicanos en su niñez. Ya en 1911, su padre Miguel junto a otros hombres de las casas de Lamberto, Serrate, Plana, Sabina, el Quica, el Zagal, Romer, Ignacieta, el padre de Tereseta y el abuelo el Tite habían fundado el Centro Republicano; en 1917, las precarias condiciones laborales y sociales de los jornaleros llevan a los sindicalistas a organizar las bases de la CNT, siendo en 1931 cuando, este sindicato anarquista, organizó una huelga para instaurar las ocho horas de jornada de trabajo, un día festivo a la semana y la revisión del salario anual que por entonces era de cien a doscientos duros más el gasto; una huelga que duró dos semanas y se desarrolló con enfrentamientos con los guardias y algún apresamiento. Así transcurría su niñez, hasta que su libertaria adolescencia convivió con los acontecimientos de la sublevación militar de 1936 contra el gobierno republicano, creando en Ballobar la Colectividad  Anarquista de la CNT formada por ciento ochenta familias –de cuatrocientas trenta y cinco— con trescientos diez afiliados cotizando y nombrando a Francisco Isabal como Delegado General de la misma. Manuel rememoraba emocionado los logros de aquella aventura libertaria que requisó los graneros de casa don Juan para la colectividad y que dotó de almacén y tienda, en el Centro Republicano, a cargo de la Carmen y la Emilia. Con la mirada fija en los nombres de la lista, Manuel recordaba con orgullo la contribución a la cultura de las gentes con una escuela en la calle El Monte a cargo de la maestra Aurora de casa Pirleta y otra en los graneros del Bun, creando un centro cultural con una amplia biblioteca con abundancia de libros sobre la revolución y la organización colectiva del trabajo, dirigida por una comisión administrativa que representaba a los diferentes sectores productivos y gestionaba la distribución de tareas y materiales: los sastres, los herreros, los carpinteros, los ganaderos, la maquinaria y herramientas, los transportistas y los campesinos.  La penumbra fue invadiendo la estancia de recuerdos y la Teresa encendió la luz de una lámpara de rincón con pantalla de pergamino que despertó a Manuel de sus pensamientos libertarios y preparó unos vasos de agua fresca con jarabe de granadine. Después de un refrescante sorbo, siguió escribiendo.

      Emilia Salas de la calle Fraga, Loches
      Manuel Sanjuán –su hermano Antonio muerto en la guerra, Souppes-sur-Loing
      Vicente Solano de casa el Calés. Capitán del ejército en la Guerra. Su hermano Miguel murió en el campo de concentración de Mauthausen (Austria) donde había cuatro más de Ballobar: Ricardo Urrea “Lamberto”, Andrés Chesa, Valero y Zamora, (¿)

Pero Manuel era presa de los recuerdos en aquel domingo de agosto y no podía desprenderse de ellos con facilidad; la redacción de aquella lista de exiliados de Ballobar le trasladaba a un pasado de ilusiones perdidas y penurias sin límites recordando su huída a Francia, el humillante confinamiento en los campos de refugiados de Argelès, Barcarès y Saint Cyprien, la posterior persecución sufrida por el ejército alemán y su deportación al campo de trabajo en Brest de donde consiguió evadirse en marzo de 1944 oculto en un tren de carbón hasta Sète donde se encontraba con su hermano Miguel, donde residió hasta su regreso a Ballobar, ya instaurada la democracia, en mayo de 1977, después de cuarenta años de exilio. Bebió otro trago del refresco y observó a Teresa, una mujer atenta, comprensiva con sus altibajos, exiliada como él y compañera militante, presumida con aquel vestido de tirantes pintado de amapolas que le encantaba y se sintió animado y feliz. Bajó al trastero de la planta baja donde guardaba una copiadora vietnamita –que utilizaba en la producción de pasquines libertarios y octavillas de lucha sindical— oculta en un disimulado hoyo en el suelo bajo la bodega de sauvignon que él mismo embotellaba cada año con tinto del Médoc; cogió una de las escasas botellas que quedaban y subió al piso con ilusionados pasos. Ante los sorprendidos ojos de Teresa, Manuel escanció el oloroso vino de Burdeos en dos vasos de cristal y bebieron con orgullo por los tiempos pasados y con la esperanza de poder volver algún día a Ballobar y contemplar la suave luz de los amaneceres en las ripas, la boira espesa del invierno abrazando los tejados, el reflejo de la luna sobre el río y los tapices verdes de la huerta en primavera. Volvió a la mesa y escribió los últimos nombres de la lista mientras la Teresa insertaba una cintade música en el radiocassette.

      María Luisa Toronchel, casada con Juan José Urrea el Aguilucho (guardia civil), Lyon
      José Urrea el Quica (beneficiario no cenetista), Hyères
      Severo Urrea de casa el Roso (permaneció en Terrassa después de 1939 y pasó a Francia en 1959, Nemeurs

Cuando Manuel tecleaba las últimas palabras de la lista de refugiados políticos de Ballobar en suelo francés, la brisa arrastraba los cantos de quebradas utopías que se mezclaban con el grave sonido de las sirenas de los barcos.
¡Arriba los pobres del mundo!
¡En pie los esclavos sin pan!

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